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Miedos.

Pablo escribió:

«Cuánto miedo puede haber después de tantos golpes en el alma, de estar en segundo plano por tanto tiempo, de estar con las personas equivocadas, de ser vistos sólo como cuerpos efímeros o compañías simples.Cuánto miedo podemos sentir y qué podemos hacer con él. Qué hacemos ante una mirada que te estremece el alma y te da miedo la desconfianza propia y la del otro.Tengo miedo porque muchas veces me han visto el cuerpo y no me han explorado el alma, mi forma de pensar fue pasada por alto tantas ocasiones que me redujeron a una absurda pregunta: ¿qué eres: activo a pasivo? Historias de dolor que aunque se neutralicen los recuerdos, asusta demasiado por tanta incertidumbre.

Hombres que juran una fidelidad inexistente, un amor intenso y maduro que se acaba con el primer cuerpo que se ofrece y se antoja. Una vez sólo fui el amante que debía esconderse, abrazarse en lugares lejanos o cerrados y decir palabras a susurros que sólo eran mentiras. Alguna otra vez me celaron tanto que terminé enfermo de duda y de desconfianza, otras se enamoraron de mi y yo no pude por más que intenté.Fui compañía de soledades, levanté miradas de deseo, besé sin amor y me sentí vacío; desperté con alguien y sólo se levantó y se fue, estuvieron conmigo y fui el trofeo que se mostraba pero con el jamás se podía comprometer por miedo a perderse, estuve con quien no supo definir su sexualidad y mucho menos lo que tenía conmigo y fui violentado con silencio.

Palabras y palabras he escuchado y he construido castillos que terminan derrumbados, futuros que jamás se cumplen, lágrimas contenidas y a veces tiradas a mares, sentimientos que nacieron para morir rápidamente.Pasé por momentos que dudé del amor, me marchité en vida, dejé de soñar en encontrar ese hombre que despertara conmigo cada mañana, que viajara conmigo, que me hiciera soñar, que no temiera abrazarme, ni decirme jamás lo que siente, que sea equitativo, que crea en mi, que me diga te amo y mi interior se estremezca y hasta hoy he pensado que mi forma de amar y sentir no es para este momento, que lo que espero no existe… lloré tanto que me sequé y hasta dejé de hacerlo.Quise cambiar tantas veces, arrancarme al corazón para dejar de sentir; quise ser frío, quise no volverme a ilusionar y de repente llegas con tus llamadas que transmiten una voz segura y firme, una mirada tierna con ciertas murallas, y sueños que me aterran porque inevitablemente sé que podría visualizarlos contigo y que no sé si se lleguen a construir.Temo, temo tanto a tu desconfianza, a tus historias de desencuentros, a tus papeles de segunda, a tus vidas entrelazadas. Sólo te pido que no mientas… porque no me voy a detener, no soy víctima de la vida».

Saludo a tus huesos

«Miro con ojos lejanos el pasado, y darme cuenta que la gente preguntaba por tus huesos». Eso fue lo primero que me dijo un abuelo en el paradero el día de ayer. Y sí, tiene mucha razón, la gente antes parecia ser mas educada y preocupada por el otro; te preguntaba como estabas y te saludaba.

Hoy, en cambio, las redes sociales y la globalización de la información pareciera que cambio la genetica del saludo y lo circunscribió solo a algunos parametros; Facebook, twitter, paginas webs reemplazaron las amistades y los abrazos. Ya no hay cartas, se envian e-amils, no hay tarjetas de verdad, hay saludos virtuales programables.

Extraño, en lo particular, como nos saludábamos antes, cuando era niño, cuando todo parecía ser más fácil. Es más, creo que todo se acentuó pasado mi cumpleaños, cuando no recibió ningún saludo sincero, original y todo fue mediático, algo casi impersonal; de los más de cien saludos del año pasado, este fin de semana no fueron más de 20. 20! con suerte.

«Saludo a tus huesos». Eso repara con creces el desgaste de ese pobre esqueleto viviente.

Respuesta.

Alguien me preguntó un día que es lo que busco, y yo le respondí esto:

«…Si tu quieres… obvio. En verdad, yo no puedo forzar a nadie, pero si la otra persona me quiere conocer, sabe que soy complejo y a la vez simple, que soy «pendejo»pero que tengo responsabilidades de adulto, entre otras cosas.. demás.

que busco?

alguien que valore eso

alguien jugado

que le de la locura y salir a tomar un cafe a las 3 de la mañana

a pasear lejos..o quizas cerca

pero sentirte como la primera vez

eso busco»

Solos.

Suena en el Ipod «one Love» de U2. Que buena canción! Eso es lo que pienso yo por lo menos. La Alameda estaba llena como cualquier día laboral donde no ahce calor y Julian se pasea en medio del tumulto de seres vivientes que solo quieren llegar a algún destino, aunque quizás, no tienen ningun destino.

En medio de otro caos social, viene Rodrigo (que nombre tan común por estos días, creo que tengo un par de amigos que se llaman de igual forma). Venía en la estación Quinta Normal del Metro, lejos, desde el poniente, pero llegaria en menos de 10 minutos al centro de Santiago.

Julián debía pasar a comprar unos medicamentos a la farmacia que está en el Paseo Estado con Huerfanos, así que se juntarían cuando ya uno haya llegado al centro, y el otro, esté desocupado.

Julián andaba de jeans y una remera blanca Adidas; Rodrigo con pantalones cortos, ideales para la época, una camisa a cuadros y unas sandalias.

En el mp3 de Rodrigo sonaba una canción de Dido, y en la de Julián, cualquier canción, pero ambos tenáin calor y deseaban tomar alguna bebida, algún helado, algo que los refrescara. Rodrigo salió del Metro por la salida Estado de la estación Plaza de Armas y Julián caminaba en dirección del Mercado Central, por el mismo páseo. Uno hacia elñ norte, otro hacia el sur.

Ambos pasaron junto al otro. Ninguno se vio las caras. Los dos iban pensando que se sentían solos en medio de esta ran ciudad.

Perdí mi agenda

Hubo una tarde donde conocí a alguien especial. Él estaba enfermo, de hecho, se encontraba con licencia, porque se había golpeado su columna en la esquina de algún  sillón. Y yo decidí ir a cuidarlo; me gusta hacer a los otros lo que no hacen conmigo.

Tomamos un par de café, comimos algo liviano y nos pusimos a conversar de la vida. Raúl me comentó que provenía del norte del país, que había llegado a Santiago hace un par de años y que trabajaba en un Hospital de la capital.

Más tarde tomamos cerveza, comimos papas fritas y escuchamos música muy fuerte. El rock, el pop, el anglo y el brit se mezclaban perfectamente.

Sentí saldo de pena.De hecho, miraba por el balcón porque no entendía como alguien que quisiera ser querido y que quiera querer podía estar solo. Me abrazó y me dijo queentrara, porque estaba freca la noche. Yo nunca había apagado la luz y bailado con alguien, nunca había llorado al sentir que era libre por primera vez, nunca había dejado que los sonidos guiaran mi percepción por sobre mi razón. Jmaás, hasta el día de hoy, había sentido el piso tan lejano a mis pies, laley de gravedad tan poco utilizada y mi vida tan llena de ilusión.

Siento un gran dolor al darme cuenta que perdí mi agenda en su casa. Puede parecer superficial, pero la deje ahí porque tenía la esperanza de volver a su departamento.

Mi cielo rojizo.

Cuando regresaba del centro de Santiago y salí de la estación del Metro, lejos, casi en la periferia de la ciudad, me percaté que había un cielo rojizo, ese caracteristico color del cielo santiaguino. Lo veía atonito, algo asombrado, como si fuese la primera vez que lo miraba. Me acordé de mi persiana naranja, que se asimilaba a ese color.

Tomé el bus. Llegando a mi casa, el viento soplaba y el cielo ya se estaba oscureciendo. El Sol ya no alumbraba como antes, pero el cielo, mi cielo, que alumbraba los Andes y los edificios altos de la ciudad, seguía presente.

Juan ya está bien.

Juan escucha a Oasis y Paula Cole. Entre medio se mezclan canciones con las que creció que de cierta forma lo han marcado. A Juan lo conocí cuando iba en la secundaria, en el liceo, ya hace muchos años. Él iba en un grado mayor que yo, pero nos llevabamos bien. Siempre nos topabamos en el bus que nos llevaba a nuestras casa, ya que viviamos en la misma villa.

Un d{ia Juan comenzó a estar extraño, y yo, como su «nuevo» amigo, me comencé a preocupar. Comenzó faltando a clases y más tarde no lo vi más en la plaza donde nos juntabamos todas las tardes a estudiar fisica. Él se había ido del barrio.

El vacío se apoderó de mí. La soledad de haber perdido a un amigo de la nada me hizo pensar en lo fugaz que es la vida, en lo injusta que puede llegar a ser.

Me lo encontré a los años después. Ambos estabamos en la universidad, en una ciudad algo extraña para los dos. Sus padres se habian decidido mudarse porque su abuela había muerto y les había dejado una casa al lado de un lago, camino a la ciudad -cosa que nunca supe- y a él le daba pena que ya no nos pudieramos jutar a estudiar física. Así que entre encontrones en la universidad, comenzamos a ser amigos; pero él ya no era el mismo. Juan había cambiado. Estaba de novio, más alto, mas delgado, un poco más callado, como queriendome decir algo que no era capaz de decirme. Yo seguía siendo el mismo de siempre; un payaso en clases, pero buen estudiante.

Conocí a su novia. Una chica guapa, rubia, bellisíma s}desde el punto que se le quiera ver, pero que escondía «algo»; en una fiesta de bachillerato la vi besarse y luego irse con otro chico que no era mi amigo Juan. Cuando Juan supo, solo se quedo callado, como siempre; él ya lo sabía hace mucho tiempo.

Juan estaba desvastado,estaba triste. Se sentía tan poco hombre, tan poco atractivo,como si el basquetball, el rugby y sus buenas calificacaciones no bastaran. Me dio pena verlo llorar ese día en el Agora de la Universidad. Yo sólo pude abrazarlo y decirle que todo algún día mejoraría. Espero que este bien donde este ahora.

Hojas Caídas.

Me despertaron temprano, con lo que odio despertarme tempran, pero era debido hacerlo. Tenía que subirme a la camioneta pronto porque me irian a dejar a Avenida Apoquindo, para más tarde oamr el metro y luego poder dirigirme a mi casa. El conductor debía ir a su trabajo comes de costumbre de lunes a viernes.

Hacía algo de frío. Debe ser que el sur de Santiago es algo más helado que el norte; esas diferencias raras que existen al norte y al sur de la Alameda y al poniente y al oriente de Plaza Italia. ¿Por qué courrirán? Los científicos dicen que es por la diferencvia de altura de la capital y la desertificación del norte de Santiago. Quizás. A lo mejor.

Caminando por apoquindo hacia el poniente, para tomar el metro en la Estación El Golf, me di cuenta de que ya hay en el suelo hojas caídas, hojas secas, de color cafe y amarillas que anuncian que el calor que ha hecho e la capital las ha secado tanto que sedieron ante la presión. Anuncian que el otoño se viene en alguna parte, a pasos pequeños, pero que en algún mento tocará nuestro calendario.

A mí se me había ourrido salir con pantalones cortos a tan temprana hora. En fin. Esas hojas me hablaban. Me decían que debíaambair pronto antes que llegara mi cumpleaños. Esa fecha que esta al borde del verano, al borde del otoño.

Gracias a Dios las temperaturas en Santiago han bajado un poco; debe ser producto del viento que entra desde el mar hacia el valle y que nos da un respiro entre tanto rayo solar.

Los helados y los motes con huesillos están a la orden del día. Genial! Son momentos para estar junto a otras personas conversando, conociendose, interactuando o simplemente encontrar un lugar y un momento en medio del día ajetreado.

El helado de hoy -no lo negaré- me salió un tanto caro. Debe ser quizás, porque no tenía mucho ánimo de omar helado (y de paso, ingerir esa cantidad de calorías) o por su prec Su exquisito sabor de canela, comprado en el Emporio La Rosa, en Santiago Centro, me recordaba lo caro que me había costado. Pero bueno, la compañía valía con creces la pena.

Metro línea 5. Extensión a Pudahuel. Ida y vuelta. Me gustaron más que las estaciones de la extensión al oriente de la Línea 1. Fue un día nada extraordinario, plano y con un pequeño gusto amargo.

Hoy comí ese helado a canela con gusto algo amargo.

Supermercado.

Así no más. Y pareciera que el 2009 fue sólo un sueño o una pesadilla según del lado que se mire. Perosea como fuere, se acabó el 2009. Incríbñe. Así que agarré mi bota ortopedica, mi zapatilla, mi billetera y me fui al supermercado.

No sé si fue una buena o mala decisión,pero estaba llenisimo. Llenisimo! Champagne, pisco, vino, papas fritas, bebidas…muchas cosas que comprar y mi tobillo no me daba para mucho. Creo que habré recorrido unas tres veces el Jumbo, pero la pase genial. Pudo haber sido por la compañía o porque me gusta ver a la gente esperanzada hacia un nuevo año, para que empiece todo «como Dios manda»

Que pasé, que pase. Maldita caja, no avanzaba nunca. Dice «preferencia minusvalidos, discapacitados, movilidad reducida y embarazadas»… peor a mí nadie me pescó mi pobre patita casi hospitaizada. En fin! Solo quería llegar al paradero, tomar la 304 y llegar a mi casa. A que? En verdad no lo sé. A veces siento que en el supermercado tengo todo para ser feliz.

=)